Tinta Culé | No Klopp, no era broma -

Vi el juego como muchos, después entendí como pocos. Hasta hoy no pude plasmar en el papel digital la sencilla reflexión que dejó la histórica remontada romanista en el Olímpico, justo donde empezó todo. Gesta. Correcta sentencia para calificar una eliminatoria en la que la Loba siempre creyó, mientras el Barcelona se mostró creído. Quiso pisar las semifinales antes de jugar los cuartos. Dio por sentado todo, vendió la piel y terminó recogiendo su alma en pena.

Hace diez años, en esa misma cancha, ante otro rival, de más peso, se culminó una obra que el tiempo se ha encargado de poner en el lugar adecuado, en la historia, de la que no se debe vivir, ni con la que tampoco se gana. Di Francesco, par de cursos después, volvió a hundir a un Valverde falto de ideas, de respuestas, superado por los acontecimientos. El 15 de septiembre de 2016, el Sassuolo derrotaba al Athletic de Bilbao 3-0 en el primer partido de la Europa League para ellos en aquella fase de grupos. Un aspecto llamativo que el txingurri pareció olvidar y debió repetir este 10 de abril: Al minuto 55 entraban Susaeta y Aduriz para intentar cambiar la cara de su antiguo equipo, algo que pasó de largo por su cabeza ante la Roma. Ah, en aquel choque, iban igualados a cero en el momento de las modificaciones.

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Hasta este segundo me pregunto si el Barcelona pasó por el césped del Coliseo romano. La verdad, sí. Estuvieron y como nadie, fueron los mayores privilegiados, viendo y recibiendo de primer botín la paliza italiana durante 82 minutos, porque en los otros 11 dejaron que los catalanes se ilusionaran cuando decidieron acordarse que el fútbol tiene tanto de técnica como de intensidad, la que ni siquiera se vio en la ida del Camp Nou. Culpables, todos, la Roma, más que nadie. Los locales fueron el principal motivo del desastre europeo. Por alto, los rebotes, los desbordes, las llegadas, el peligro, los tiros, los goles, todo de un mismo lado, para los de casa. Valverde, caprichoso y lejos del “sabio” conductor del invicto, no rectificó, ni aprendió de errores pasados, André Gomes como primera alternativa al divisar el descalabro, lo retrata definitivamente. Los jugadores imitaron conductas de noches precedentes, pues en Turín y en parís quien mandaba era Luis Enrique.

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El triplete volverá a quedar para la próxima. Ahora mismo todo es penumbra en la Ciudad Condal. Perder no se hace caos hasta que se convierte en fracaso, eso que sienten los seguidores culés, y no por primera vez. La filosofía es innegociable, sobre todo si viene cargada de éxitos. Valverde propone el control, pero el ADN insiste ir arriba. Aguantar resultados no va en los genes de una camada que orbita en eso que Xavi hace llamar espacio-tiempo, siempre más cerca del arco rival. Hoy están muy lejos del área enemiga, zona en la que otrora dominaban a su antojo. Además, sumándole el cúmulo de minutos, no se le podrá pedir más a unas piernas que cada año irán a menos, sino se cuidan y se le distribuyen las presencias en el verde. De los nuevos, ni hablar. Y no por la calidad, pero Ernesto, con uno no cuenta por mala gestión desde las oficinas y con el “heredero”, parece no saber que hacer. Con el resto, varios no entienden la palabra aportar, otros quieren pero el jefe no les deja. Eso sí, resta un camino que apunta a títulos, las lamentaciones para las conclusiones del verano. En ese instante, sim querer, se volverá a recordar que Klopp estaba ajeno, como casi todos. No fue broma.

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